Crash es una joya dolorosa de ver; una de esas cintas que, al terminar, deja a uno golpeado en el asiento, con el gusto alegre de haber visto una gran película pero con un sabor amargo ante lo narrado, ante el hecho de que, aún en forma de fábula moderna de historias mezcladas, se trata de un golpe cargado de verdad, de realidades, del estado del mundo en una pequeña ventana que encierra en si misma un problema cuya escala trasciende más allá de una sola ciudad.
Policías con moral cuestionable, racismo, robos con violencia, desconfianza, listas de espera y salud pública, trato burocrático… Temas cercanos para la gran mayoría de aquellos que han crecido en ciudades grandes o con inmigración, y un marco suficientemente firme para soportar varias historias en una quimera de moral, ambigüedades y fronteras cruzadas, de las necesidades, los sentimientos y lo absurdo. ¿Qué mejor marco que una ciudad donde el absurdo gobierna?...
Con un reparto lleno de nombres conocidos, la cinta es una serie de historias que se cruzan, que parten de hilos comunes que un nudo de estereotipos, de situaciones -creíbles o no- que pueden darse en ese punto donde todo hierve o explota con tan sólo tocarlo. Sandra Bullock, Don Cheadle, Brendan Faser, Matt Dillon, Thandie Newton, … Una mezcla inusual de talento que en algunos casos se limita a breves apariciones; una muestra de que la historia atrapó a quien la leyó y, al mismo tiempo, un apoyo a las historias en el global, un intento de dar peso al fondo, más allá de los nombres de cartel y lo que cada apellido puede representar en términos de marketing.
De los roles, destaco los dos más logrados dentro de este collage: Dillon y Newton. Dos personajes de uno de los hilos de la cinta, dos rostros de los carteles promocionales, y uno de los símbolos más fuertes de lo que se narra: el dolor que subyace en ambas historias, y en sus cruces, dejará afectado al más fuerte. Desde un primer contacto hasta un incidente que golpea las llagas, los dos seres nos muestran que los círculos, nos guste o no, tienden a cerrarse.
El debut tras la cámara de Paul Haggis (el guionista de Million Dollar Baby) golpea en múltiples lecturas y, en varios sentidos, no podría ser mejor. Es cierto que algunas de las historias cierran cabos de modos un poco forzados si los leemos literalmente, y que los estereotipos están dibujados muy cerca del cliché, pero la fórmula usada lo permite: las fábulas no tienen que ser 100% verídicas para dar fuerza a la moraleja y, en este caso, el peso de lo que se habla es mucho más importante que la veracidad del global pues, en el fondo, todos sabemos que los temas tratados son reales, nos guste o no, lo queramos ver o no, y esa es la parte relevante.
Policías con moral cuestionable, racismo, robos con violencia, desconfianza, listas de espera y salud pública, trato burocrático… Temas cercanos para la gran mayoría de aquellos que han crecido en ciudades grandes o con inmigración, y un marco suficientemente firme para soportar varias historias en una quimera de moral, ambigüedades y fronteras cruzadas, de las necesidades, los sentimientos y lo absurdo. ¿Qué mejor marco que una ciudad donde el absurdo gobierna?...
Con un reparto lleno de nombres conocidos, la cinta es una serie de historias que se cruzan, que parten de hilos comunes que un nudo de estereotipos, de situaciones -creíbles o no- que pueden darse en ese punto donde todo hierve o explota con tan sólo tocarlo. Sandra Bullock, Don Cheadle, Brendan Faser, Matt Dillon, Thandie Newton, … Una mezcla inusual de talento que en algunos casos se limita a breves apariciones; una muestra de que la historia atrapó a quien la leyó y, al mismo tiempo, un apoyo a las historias en el global, un intento de dar peso al fondo, más allá de los nombres de cartel y lo que cada apellido puede representar en términos de marketing.
De los roles, destaco los dos más logrados dentro de este collage: Dillon y Newton. Dos personajes de uno de los hilos de la cinta, dos rostros de los carteles promocionales, y uno de los símbolos más fuertes de lo que se narra: el dolor que subyace en ambas historias, y en sus cruces, dejará afectado al más fuerte. Desde un primer contacto hasta un incidente que golpea las llagas, los dos seres nos muestran que los círculos, nos guste o no, tienden a cerrarse.
El debut tras la cámara de Paul Haggis (el guionista de Million Dollar Baby) golpea en múltiples lecturas y, en varios sentidos, no podría ser mejor. Es cierto que algunas de las historias cierran cabos de modos un poco forzados si los leemos literalmente, y que los estereotipos están dibujados muy cerca del cliché, pero la fórmula usada lo permite: las fábulas no tienen que ser 100% verídicas para dar fuerza a la moraleja y, en este caso, el peso de lo que se habla es mucho más importante que la veracidad del global pues, en el fondo, todos sabemos que los temas tratados son reales, nos guste o no, lo queramos ver o no, y esa es la parte relevante.
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